domingo, 21 de septiembre de 2025

La falsa ilusión de intentar eludir el dolor

Para introducir este texto, voy a describir brevemente esta situación en la que numerosas personas podemos encontrarnos a lo largo de nuestra vida.

La situación a la que me refiero es la siguiente. Nos alcanza un momento en la vida en el que al menos uno de nuestros familiares ya no se vale por sí mismo y, a partir de cierto instante, se desenvuelve como una persona dependiente. Ya no se vale por sí misma. Quizá sea exclusivamente que no puede caminar, o que la memoria empieza a fallarle y no recuerda con la agilidad de otras épocas los trayectos para salir y regresar a su hogar por su propia cuenta.

A partir de este momento, este familiar nuestro pasa a depender de alguno de nosotros para poder seguir satisfaciendo sus necesidades vitales más básicas. Ante esta coyuntura, los familiares de esta persona dependiente pueden adoptar una de estas cuatro posturas principales.
  1. Mostrarse indiferente ante esta situación y no adoptar ninguna postura. Lo que se conoce comúnmente como “hacer la vista gorda”, y también, dentro del Catolicismo, como “pecado de omisión”. Gracias al supuesto avance de nuestras sociedades, esta actitud hoy en día no se contempla, y está penada por ley (Ley de dependencia 39/2006).
  2. Estatua representando a dos abuelos
    cerca de la Catedral de Burgos.
    Delegar la atención de esta persona dependiente en un/a empleado/a del hogar. Numerosas familias se ven abocadas a adoptar esta postura, ya que nuestros propios empleos laborales no nos permiten disponer del tiempo suficiente para atender a nuestros familiares dependientes con garantías, quizá con la excepción de los propios hijos menores de edad.
  3. Contratar los servicios de atención y cuidados de una de las residencias disponibles dentro de la región en la que se ubica la familia en cuestión, y hospedar en esta instalación al familiar dependiente. Hoy en día, esta opción queda descartada en numerosas ocasiones y por aquellos que pueden permitírselo, tal vez por el desprestigio que han adquirido estas instituciones y sus empleados a raíz de la reciente Pandemia.
  4. Distribuir la atención y el cuidado del familiar dependiente entre sus familiares más cercanos, que en numerosos casos suelen ser los hijos. Como indico en los puntos previos, esta opción queda descartada en numerosas ocasiones, debido principalmente a la escasa disponibilidad que los contratos laborales actuales conceden a estas situaciones familiares, aunque también, debido a otros motivos que intentaré describir a continuación.
Hoy en día somos muy pocos los que hablamos abiertamente de nuestros propios problemas. Predomina la idea de que compartirlos nos hace mostrarnos débiles o vulnerables, y por eso preferimos esconderlos. En cambio, nos mostramos felices y exitosos, principalmente en las numerosas redes sociales con las que contamos actualmente, en las que la mayoría de nuestras publicaciones destacan nuestros logros y momentos positivos. Solo en contadas ocasiones, como ante la muerte de un ser querido, expresamos abiertamente nuestro dolor. 

Pero ¿qué hay acerca de los fracasos y el dolor que muchos de nosotros nos vemos abocados a afrontar en multitud de ocasiones día tras día por situaciones de la vida cotidiana? De esto casi nadie habla. Hoy en día se suele hacer mención acerca de multitud de situaciones sobre el dolor de países extranjeros en situación de guerra, lejanos, y no tan lejanos (Israel y Gaza, Ucrania, Sudán, las matanzas de cristianos en Kenia, etc.), pero prácticamente nadie habla de su propio dolor, ni se muestra desconsolado al respecto, ni en las redes, ni verbalmente en el día a día. ¿Por qué?

Garissa University College
(Kenia)
Bien, lo que intento decir es que tenemos una especie de temor a afrontar nuestro propio dolor. Este temor a afrontar este sentimiento lleva a numerosas personas a intentar eludirlo, es decir, hacer como si no existiese, mostrarse indiferente ante ello.

En realidad, esto de “eludir nuestro propio dolor” es el mismo “pecado de omisión”, según la denominación del Catolicismo, al que hacía mención en el punto 1, al comienzo de este artículo. Es decir, en ese punto 1, mostrarse indiferente ante las personas en situación de dependencia, y “hacer la vista gorda” ante ellos, en la actualidad, al menos en la mayoría de los países de occidente, está penado por ley.

En el caso de eludir nuestro propio dolor, la persona dependiente somos nosotros mismos, y lo que estamos haciendo en este caso es eludir mirarnos a nosotros mismos como nos mira el Señor. Según la perspectiva Cristiana, somos dependientes de Cristo, y, al menos, según lo veo yo y a la luz de la fe, al intentar eludir nuestro propio dolor estamos cometiendo esta falta, este “pecado de omisión” contra nosotros mismos.

Por otro lado, y también según el Cristianismo, como con cualquier pecado, aunque sea inconsciente, intentar eludir el dolor conlleva que el alma de las personas se va deteriorando paulatinamente. Es así, que, intentar eludir el dolor conlleva sufrir un dolor aún mayor, y desde el momento en que no estamos dispuestos a aceptarlo, y hacerlo nuestro y de Cristo, no va a tener un buen final. Por lo tanto, y según lo veo yo, intentar eludir nuestro propio dolor no es más que una falsa ilusión que no puede traernos nada positivo.

El dolor salva. La Cruz vence siempre.

¡Buen inicio de curso! 🔥🌟

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